Sol Y Sombra

...Necesita distraerse, me asegura hoy agitando ante mis ojos dos entradas para asistir a un partido entre el Asleti Capitol y el Ginápstica Balonat. Jamás había ido al julbiton. El gran estadio oval, a lo que veo, es la edificación mejor conservada de Capitolia. Y el césped pimpante debe de beberse el agua que hurtan a los parques públicos. Veamos. Ya corretean por el campo los fornidos deportistas embutidos en sus trajes de etiquetas de colores remendadas (colorines corporativos), la multitud ruge y brama y aúlla y se ahorra sabiamente cualquier asomo de lenguaje articulado. Comienza el partido. Un vistoso goul de cadera inaugura al poco el marcador a favor del equipo visitante, sacan el segundo balón y una nueva portería. Las agresiones más rastreras son contabilizadas por los cinco jueces a la vista de la interpretación del agredido: un par de solventes y muy muy bien remunerados actores (cuyos nombres corea el público) despliegan a la menor oportunidad un sobrado repertorio de revolcones, gemidos y cojeras que cesan en cuanto se elevan las cartelas y se convierten en elásticas zancadas. Curumbu, un habilidosísimo goul de cuello del reciente fichaje del equipo local. Nueva portería, nuevo balón. Los equipos se distribuyen en grupos de trabajo que pugnan por no estorbarse. La excitación se desborda ante una infrecuente falta triple en la misma área: organizadas las barras, no escapa al árbitro la fea acción de un medio aleta que apretuja simultáneamente los testículos de dos zapadores rivales- Ah! tarjeta negra fulminante por cabrón. Abucheo solemne y generalizado. En el quinto tiempo se deshace el empate merced a una llave legal aplicada al guardahoyos # 6, que observa mascando hierba como el balón se cuela parsimonioso en el agujero que defendía. Vuelan serpentinas de papel de retrete sobre nuestras cabezas, unos exaltados (que seguramente vienen del sur de la ciudad) arrojan una motoneta en llamas sobre la hinchada contraria desde las gradas superiores (especulación diversa acerca de los procedimientos para introducir una motoneta en un estadio). La suma de puntos por actuaciones distinguidas penaliza a los visitantes con un doble córner libre que obliga a volver al campo a los lesionados que aguardaban en camilla su traslado a enfermería. Salta un streaker, los jugadores de ambos equipos lo hacen tártara bajo los tacos, retiran los despojos en tres baldes. El partido parece resuelto a nuestro favor (¿nuestro?) merced a un arbitraje que castiga por poco creativos, quizás con excesivo rigor, los mensajes que muestran los jugadores fuereños cuando se alzan la camiseta celebrando un avance. ¡Goouuuul de coxis!

De pronto hemos ganado (¿hemos?). A la salida se organiza la solicita masacre entre hinchadas en el espacio delimitado por ocho ambulancias. Una porción menos batalladora del público jalea la sangre y cruza apuestas.

"Ha sido un partido confuso, injusto y sucio ¡pero trepidante y emocionante! Ya me gustaría entender mejor este hermoso y viril deporte pero confieso que..."

Un botella lanzada por los trifulcosos interrumpe su trayectoria al estrellarse contra mi cabeza. No puedo terminar mi comentario...

fragmento de "Esa Ciudad" de Javier Pastor