Dislate matutino por la oficialización de la medicatura mientras hago lectura de textos irónicos interrumpida por visita celestial con acento castizo.

Estoy tranquilamente en el consultorio, estos días de llovizna eternizada hacen que la gente no busque la consulta. Y es que siendo sinceros, aún yo, si me aquejase un catarro brutal, preferiría estar en mi cama encobijado, para poder acompañar mi lectura del maestro Ibargüengoitia con un rico y carcinógeno cigarrito y una taza de chocolate “Abuelita”, la parafernalia humeante de las buenas sesiones literarias. O si fuera ama de casa estaría bastante ocupada con mis siete chiquillos greñudos y chamagosos que están de vacaciones, o si fuera un anciano achacoso, no tendría tiempo de pensar en mis dolencias entre la gritería de los nietos sabáticos.

El caso es que nadie ha acudido en toda la mañana y ya son cerca de las doce. Tengo de fondo musical a la Dirty Dozen Brass Band y a Saint Germain. La lluvia de afuera hace que las moscas busquen refugio en ambientes menos adversos por lo que el consultorio parece carnicería. (por eso y por los chorretes de sangre en la pared [*jaja, no es cierto, chorretes no hay*]) He pensado en echar Raid, pero huele feo y luego me da la migraña o la cefalea en racimos o una leucemia con crisis blástica bien cabrona, así que me he vuelto cazador de moscas con las manos, las acecho y cuando menos lo esperan ¡Zaz! quedan embarradas de un manotazo en el escritorio, mientras una pata les convulsiona. Me irrita. Los pocos pacientes que tal vez lleguen pueden pensar que el lugar está sucio. Pero la señora de la farmacia limpia con su trapo con Cloralex y trapea con Pinol, Pinol, que aromatiza, limpia y desinfecta. (tan versátil como el Pepto-Bismol que cubre, protege y alivia y tiene un bonito color rosa chillón, aunque aquí el Pepto-Bismol se llama simplemente subsalicilato de bismuto).

Las moscas no son como los perros, que dicen que perro no come perro. Por eso, cuando íbamos con mi padre a la barbacoa allá en su natal Hidalgo (la barbacoa hidalguense es otro pedo, y la neta me siento insultado cuando aquí me quieren vender como barbacoa pedacitos de carne de puerco en una salsa insípida que preparan adentro de un cántaro… ¿y el borrego? ¿y el horno subterráneo? ¿y esa pinche salsa mamona qué?) él siempre agarraba un pedacito y lo lanzaba a los perros anoréxicos (por necesidad, nunca por voluntad). Si acaso la carne era de perro, su compañero (del perro barbacoizado, no de mi padre) en vez de comerse el pedazo grasoso, se sentaría a un lado y comenzaría a aullar lastimeramente. Nunca me tocó ver eso. El perro siempre devoraba los trocitos. No sé si de verdad comíamos borrego (o gato, mapache, caballo, humano, rata o ayeaye… cualquier cosa menos perro), o si simplemente, entre tanta pinche hambre, los perros olvidaron ya la fraternal costumbre de no alimentarse de congéneres. Ah, sí… y digo que las moscas no son así, porque no tienen empacho en rodear a la mosca muerta (o sea el insecto apachurrado, no alguna señorita que navegue con bandera de pendeja pero en realidad sea una hija de la chingada) y empezar a chupar los jugos mosquiles con sus probóscides asquerosas.

Perro comiendo sabrá dios que cosa... probablemente más perro

Estoy entre mosquicidios, piezas de jazz y la lectura entrecortada de “Maten Al León”, que narra la jocosa historia de un pueblo (50% pretensión y arrogancia y mitad agachadez y conformismo) que pretende erradicar una dictadura en una república bananera… (sí, a mí también me dio sensación de flashbackazo…) Igual que con el párrafo de Carlos Fuentes que posteé con anterioridad, este librito se vuelve algo profético (publicado por primera vez en 1969). Pero para profecías literarias, nadie como Jorge Volpi, quien tuvo que interrumpir la redacción de una novela que iba de un asesinato de candidato presidencial priísta cuando Luis Donaldo cayó abatido por la declaración de Mario Aburto Martínez (porque las balas quien sabe si hayan sido de Mario). Y entre tanto debraye puñetero, me doy tiempo para engolosinarme con lo que dijo mi madre era “la cereza de mi pastel”. El lunes por fin y después de más de cuatro meses (el dictamen apareció el 6 de marzo) recibí mi título en un bonito sobre de papel manila amarillo (aplausos). Pensé que cuando lo tuviera, saldría dando manchicuepas y haciendo malabarismos, con muchos deseos de ponerme ebrio con algún licor caro. La verdad es que tanto jaloneo tramitológico acaba por desgastarte el entusiasmo, y si a eso sumamos el hecho, que más que considerarlo la cereza de mi pastel, lo considero, para seguir con las analogías reposteras como la costra base para algún pudín o tarta a la que todavía le falta el relleno cremosito, las zarzamoras y ya después, tal vez le ponga una cereza; acabé haciendo lo que con ese tipo de documentos se hace. Sacarle un chingo de copias sumido en la abulia total para seguir pasando la mitad de mi vida formado en una fila para hacer algún trámite de tipo burocrático (por lo pronto, la cédula profesional).

Así en medio de disgregaciones de mi falta de “plenitud profesional” y las carcajadas que me arranca el texto de Ibargüengoitia (muerto en un avionazo en 1983, así que fácilmente pudiera ser yo [nacido en el glorioso 1984] una reencarnación suya, aunque eso implicara renunciar a ser una de John Lennon) que son tales, que la señora de la farmacia (que no es la misma de la que estaba enamorado el imbécil del Chómpiras) viene a asomarse a ver qué es lo que me sucede. Pero como no reír con eso, basta decirles que uno de los personajes se llama Pablito el Pendejo…

De repente, tocan a la puerta, y una mano muy blanca se asoma inmediatamente antes de un rostro enmarcado por tocado monacal.

-Adelante, madre. Por favor siéntese.-

La monja sonría y me dice con acento españolísimo

-¿En verdad no me reconoces?-

-¿¿Camila??-

Ahora es mi turno para sonreír y reír y carcajear. Camila, una mujer brillante desde la secundaria. Estuvimos juntos en la escolta, y me sorprendía porque jugaba fútbol mejor que yo (cosa que no es muy relevante, porque yo soy malísimo jugando cualquier cosa) pero bueno, jugaba tan bien, que en los torneos interescolares participaba en el equipo de hombres. En la prepa, seguía siendo brillante, basquetbolista, estudiante. Sorprendió a todos con su interpretación de la viuda en “Los Cuervos Están De Luto”, obra que montamos dentro de un proyecto de arte. Bastante sui géneris la chica, y muy luchadora feminista, por lo que a todos se nos fueron las mandíbulas al suelo, cuando faltando un mes para terminar la preparatoria, anunció que había cancelado su solicitud de ingreso a la Normal de Jalisco porque iba a hacer carrera religiosa. La orden en la que ingresó la mandó a Talavera de la Reina a tres meses de haber entrado. En el 2005, las monjas malditas la mandaron a algo así como que a recordar lo mundano, para hacer quebrar su vocación. Lo que hizo fue organizar un día de campo con sus amigos (entre los que iba yo) que fue de lo más divertido, con competencia deportiva (en la que obviamente no participé), carne asada, cerveza (en lo que ella SI participó). Pura pinche diversión sana, pues.

Así que hoy, al verla asomar sus ojos que ya nunca usarán delineador, me dio un chingo de gusto. Tres años después, le han dado la última oportunidad de rajarse. Pero ella dice convencida, que en treinta y cinco días cruzará el Atlántico de nuevo y hará los votos perpetuos. Sigue en España, bebiendo vino tinto con cada comida, y sosteniendo su propia teoría de la creación. (La vez del día de campo, le dije: -Camila, la verdad, a mí lo que me da cosa es eso de la teoría de la evolución. ¿Cómo que de repente amanezco vivo después de haber sido un mono de barro?- Y ella me responde –Es que, Cienfuegos, piensa en la idea de que es un relato antiquísimo. Cuando los hombres eran orfebres o panaderos. Es más ridícula la idea de un mono de masa, ¿no?. Esto se trata de fe. Si la historia se escribiera hoy, tal vez dios no sería un alfarero, sería un ingeniero genetista. El tener fe no significa ser ciego, ni necio.-

Me dejó chato. Sin argumentos. Callado del hocico. Y me encantó. Por eso hoy me dio tanto gusto volverla a ver.

Ya había comentado con anterioridad que me encanta que me callen el hocico, y en los últimos días me han mandado callar cual si de Juan Carlos de Borbón y Hugo Chávez se tratara.

La primera va de cine. Cuando recién se estrenó (en el 2005) vi un corto de esta co-producción España-Argentina. Luego escuché premios y festivales y mucho alboroto. Cuando el cartel estuvo en el cine y vi a dos ancianos tomados de la mano, me dio una hueva descomunal, y cuando después oía comentarios moralistas de la hermosa lección de vida, dije “Nel, ni madres. Paso sin ver”. Por azares del destino, acabo de ver “Elsa & Fred”, y está pocasumadre. China Zorrilla, actriz paraguaya da vida a Elsa, una viejita mitómana que es un agasajo. A Fred lo interpreta un español de apellido Alexandre. Elsa está obsesionada con la película “La Dolce Vita” de Federico Fellini, y esto los lleva a las situaciones más cómicas y más dramáticas que se puedan imaginar. Amplia recomendación si no la han visto.

Escena de "Elsa & Fred"

La segunda va de música. Generalmente soy poco monomaníaco con los géneros, pero el reggaetón si pasa a fastidiarme las pelotas. Alguna vez reconocí la “no tan mala” música de Calle 13, pero acabo de escuchar (no es nueva, pero yo la acabo de escuchar) una rolita con bastante “conciencia social”, que se echan en mancuerna con los cubanos Orishas (muy buenos). Se llama “Pa’l Norte” y es una oda a los emigrantes de todo el mundo (Que no se porqué, me encuentro especialmente sensibilizado a este tema durante estos días, y oigo a Manu Chao y veo la de "Exils"). ¡¡No mamar!! Pinche letra es, como dice Marietta Dedalus, una ecuación bien desoladora, y llega a mi humilde parecer a la apoteosis del desaliento y el hastío en un verso rotundo y redondo y devastador y amargo: “abuela, no se preocupe, que en mi cuello cuelga la virgen de la Guadalupe”. Tristeza al ver que esta gente se marcha con las esperanzas puestas en un medallón barato de madera de pino. Digo, y es que sabemos que Guadalupe no es para nada desinteresada y manda más rayos protectores de esos que le manan del manto verde a los que traen medalla de oro que a los que traen estampita o escapulario de latón.

Calle 13 featuring Orishas en alguna entrega de premios baratos

Está cabrón.