Semana Santa...

En los alrededores del palacio legislativo se vivía un torbellino de negocios turbios y truculentos. Diputados y senadores de todas las fracciones parlamentarias arreglaban asuntos y concedían favores al margen de la ley. Lo mismo se podía comprar una plaza de profesor de telesecundaria que un lugar en el sistema nacional de residencias médicas. El precio a pagar variaba desde mil pesos para un permiso para portar un arma pequeña, tal vez una 0.22, hasta favores sexuales para una secretaría estatal. En los pasillos se podían conseguir pasaportes y títulos profesionales, y entre portafolios repletos de dólares se otorgaban concesiones para servicios de telecomunicación y contratos de fletes para la compañía petrolera. Todo era ilegal, pero a nadie parecía importarle. Para entrar ahí, necesitabas un buen contacto y una buena suma de billetes para pagar el servicio requerido.

No muy lejos de ahí, a decir verdad en la azotea del edificio de enfrente se apostaba Jesús, con sus doce colaboradores más cercanos y un grupo numeroso de hombres esparcidos en otros edificios. Todos observaban cautelosamente las operaciones a través de binoculares, telefotos y poderosos objetivos. Eran un grupo rebelde, sus seguidores eran miles de jóvenes a lo largo y ancho del país. Empezaron como un grupo pacifista, pero se dieron cuenta que no podrían hacer nada de esa manera. Fue entonces cuando se reclutó a Ixca Riotte, un estudiante izquierdoso que tenía nexos con las guerrillas en otros estados, pero que estaba también en estrecha relación con uno de los más importantes partidos de oposición, aunque eso era ignorado por Jesús y los otros líderes. Ixca conseguía recursos económicos, y por eso le toleraban algunas sinrazones. Las otras fuentes de ingresos eran las aportaciones de los agremiados, y del mismo Jesús, hijo de un importante empresario mueblero.

Cerca del mediodía, cuando había más actividad en el palacio, a una órden de Jesús, cientos de hombres descendieron a rappel de las azoteas vecinas, un tumulto de ciudadanos afines al movimiento esperaban en las calles. Aquello fue una escabechina. Había indicaciones de no lastimar a nadie. De pronto, los facinerosos se vieron envueltos en llamas, granadas de humo detonaban en cada rincón. Todos los hombres del movimiento llevaban máscaras antigas y uniformes militares. Gas pimienta y pistolas eléctricas se disparaban contra los legisladores. En el último momento, y justo antes de que arribara la policía, cuatro hombres se deslizaron por las paredes del recinto desplegando una manta gigantesca en la que se leía “YA BASTA DE CORRUPCIÓN”. Luego, la estampida, pronto no quedó rastro de los atacantes.

Por la tarde, Jesús e Ixca tuvieron un encuentro con algunos periodistas a los que entregaron material fotográfico, de audio y video de las irregularidades que ocurrían al interior de la casa legislativa. Las cadenas televisoras no tuvieron empacho en exhibirlas esa misma noche. Los senadores les debían el haber abierto las concesiones al público. La noticia corrió como reguero de pólvora. Nadie emitió opiniones en contra del acto. Los ciudadanos estaban hartos de la corrupción.

Las actividades del grupo pronto empezaron a escucharse por todo el país, irrumpía en los hospitales públicos y obligaba a los jefes de servicio a involucrarse con sus pacientes, para curar a los enfermos. Saqueaban supermercados y regalaban los víveres en colonias populares, tomaban a la fuerza los ayuntamientos y destruían los archivos, eximiendo del pago de impuestos a los contribuyentes. Todos los postes del tendido eléctrico y telefónico se encontraban alterados. En pocas semanas el grupo era admirado por la mayoría y aborrecido por los poderosos, quienes vieron comprometidas sus fortunas.

Ixca, mientras tanto, se entrevistaba con los líderes de la oposición, les aseguraba que tenía a Jesús comiendo de su mano, y que sólo necesitaba unas palabras para convencerlo de encabezar una avanzada armada en contra del poder ejecutivo. El pago para Ixca consistiría en una cadena de 30 sucursales bancarias.

Una noche, Jesús se reunió en una casa de campo con sus doce cabecillas. Observaba a sus invitados. Todos jóvenes, todos comprometidos con la causa hasta los huesos. Líderes en sus sectores, todos inteligentes y preparados. Nadie fue obligado a unirse al grupo, todos fueron los que lo buscaron a él, todos entendían los ideales y los aceptaban, todos los iban a defender aún a costa de su propio bienestar, aún a costa de su propia vida. Había diferencias superfluas, en temas como las drogas, los animales y el medio ambiente, pero el tema social era universal. Había ahí doce personas, pero Jesús estaba seguro de que ocurría lo mismo con cada uno de los afiliados. Tuvieron una comida opípara, y hubo menús vegetarianos y macrobióticos, y bifes de medio kilo, y chistorra y vino tinto, vodka, tequila y cerveza. Estaban celebrando el éxito del movimiento, si las cuentas no fallaban, para ese momento debían ser cerca de cinco millones sus simpatizantes. A ese paso, pronto estarían disfrutando de una sociedad sin privilegios ni denuestos.

Mientras forjaba un churro, se acercó Peter, su más querido amigo, y le dijo:

-¿Cómo ves el desmadre, master? Genial, ¿Qué no?-

-Pinche Peter, me cae que si nos truenan, te vas a hacer el occiso. Vas a decir que te allanamos la morada.-

-No, master… ¿Cómo crees?.-

-Te conozco, cabroncito... Pero está bien así, prefiero que nos abras a que cantes antes que el gallo. Ya vete a fajar, ándale…-

Jesús se retiró a fumar su chora a las afueras del recinto. Ixca se reunió con él y le dijo:

-Jesús, tengo una propuesta para ti. Me he entrevistado con el partido de izquierda, y me han ofrecido para ti la secretaría de gobernación. Sólo tenemos que apoyarlos con toda nuestra gente para dar un golpe de estado. Derrocamos al presidente, y subimos al poder. Ellos mismos nos van a brindar el apoyo suficiente. Armas de asalto, entrenamiento militar, en fin. No tenemos nada que perder, el éxito de la operación es cosa segura.-

Pasaron la chora, y mientras Ixca fumaba, Jesús respondió:

-¿Me estás proponiendo que venda a mi gente? ¿Qué la entregue a las personas contra las que hemos estado luchando? No, Ixca… No has entendido nada. Esto no es por el poder, esto va más allá.-

Le dio un sorbo a su vodka tonic para beberse una cápsula negra.

–Voy a disfrutarlo mientras dure, y dile a tus amigos que si ellos no tienen los suficientes huevos para lanzarse ellos sólos, que se chingan, porque mi gente no es mercancía.-

Ixca regresó al interior de la casa, se unió a la fiesta bailando “Cities of the Future”. Cerca de la media noche, mandó algunos mensajes de texto.

En el jardín, cerca de unos olivos, Jesús estaba ebrio… Se acordaba incesantemente de Magda, una teibolera que bailaba en El Kaos. Arriba del escenario se llamaba “Vampiresa”. Tenía un piercing en el clítoris y un dragón le recorría la espalda desde el hombro derecho hasta el cóccix. El vodka, la mota y la black death estaban haciendo estragos en su mente. Pronto se sintió rey del universo, y creyó que hablaba con dios, cosa bastante rara, porque él era ateo. Veía danzar arabescos de bajos y agudos, y escuchaba penetrantes vibraciones de verde y morado. Podía sentir en su piel el aroma de la hierba húmeda y olía la tibieza de su propio cuerpo. Éxtasis total, torbellino de colores, descarga adrenérgica… Un grito escapó de su garganta…

-¡¡Soy su padre cabrones!!-

-¡¡Aquí nomás yo rifo!!-

-¡¡Me la pelan, culeros!!-

Arcadas, una oleada de calor desde los pies hasta la cabeza, vomitó profusamente y cayó desmayado sobre sus rodillas, luego se fue de bruces al suelo. Cuando despertó, lo estaban esposando unos granaderos. La fiesta había valido madres. Alguien puso dedo y los apañaron.

Jesús no lograba conciliar la idea de la traición. ¿Quién pudo haber sido? ¿Mateo? ¿Santiago? ¿Su madre? La resaca le impedía pensar con claridad. La boca le sabía como si hubiera tenido una moneda de cobre adentro toda la noche.

Pronto llegó a los separos. Llamó a su papá por celular y le dijo lo que ocurría. Vió en la televisión que entrevistaban a Peter, la reportera lo presentaba como el dueño de la casa dónde había sido arrestado el líder moral del grupo reaccionario.

-¿Usted organizó esta fiesta?.-

-No, yo no tenía idea… yo llegué y mi casa estaba invadida…-

-¿Conoce a Jesús López Beltrán?-

-No, señorita, sólo lo he visto en reportajes de la tele.-

-¿Se deslinda de los hechos?.-

-Definitivamente, voy a levantar una denuncia.-

-Así es, Carlos, está amaneciendo, podemos oír el canto del gallo, y éste joven, de nombre Peter Ilich Kelsen, hijo de importantes empresarios de origen alemán, declara que el grupo se amotinó en su casa de descanso…-

Mientras tanto, Don José López Vázquez, dueño de una cadena de tiendas departamentales y de varias mueblerías se rascaba ominosamente la cabeza, mientras pensaba en los embrollos que Chuy, su único hijo, había provocado. Llamó al presidente de la república, quien había sido su compañero en la preparatoria, y consiguió un arreglo. En menos de 24 horas, el procurador general declaró a los medios que no había suficientes elementos para armar un proceso contra José de Jesús López Beltrán.

Las mismas televisoras que unos días antes habían elevado a calidad de mesías al muchacho liberal, ahora se regodeaban arguyendo su debacle. Algunos videos de la fiesta fueron exhibidos en horario estelar. Y es que la fiesta era una verdadera bacanal. Alguna reporterilla de un canal barato se desgañitaba diciendo que la fiesta no era la noticia, que el hecho era la transformación que venía arrastrando tras de sí el movimiento organizado, más real y más tangible que todos los proyectos políticos juntos.

Al público no le importó. Su mente fue barrida por las imágenes de los chicos con ropas y peinados estrafalarios en la fiesta, por las parejas enfrascadas en arrumacos en cada esquina, por los muchachos fumando, por la mujer que tenía un tatuaje de dragón chino en la espalda y lo contoneaba sensualmente.

Y para cerrar con broche de oro, al final, y justo en los picos de rating, el video de Jesús, bailando, completamente borracho y drogado, gritando bajo la lluvia pertinaz “Soy el rey del mundo”, “me la pelan culeros”…

La iglesia, que siglos antes enfrentó una persecución similar, era la principal promotora del linchamiento público de los líderes del movimiento. Las multitudes se organizaron, cual manada de asnos salvajes cegados por la ira, para convocar a golpizas en los barrios en contra de los que ahora llamaban “jesusistas”. Aquello fue un frenesí. La masa demoledora de millones de seres humanos clamaba por la cabeza de Jesús.

Un buen día, la turba iracunda llevó ante la procuraduría a un muchacho, que aseguraban era el prófugo. Un cura le dió asilo en una parroquia de la provincia. Cuando el chico rechazó las propuestas sexuales del prelado, éste convocó a su grey, acusando al refugiado de ser Jesús el convicto. Para cuando llegaron a la capital, ya le habían linchado, la cara llena de escupitajos, sangre y smog. Le pusieron un sambenito con la leyenda “Me La Pelan Culeros”. Lo entregaron a la PFP, donde le dieron tehuacanazos, le embarraron la nariz con chiles secos y le electrocutaron los testículos. Firmó una declaración prellenada. Al salir rumbo al penal de Puente Grande, la horda avanzó en tropel contra la patrulla, les arrebataron el reo a los ineptos policías y lo quemaron vivo a las afueras de la procuraduría. Desde luego, las cámaras captaron todo, y las televisoras transmitieron en vivo obteniendo los niveles de audiencia más altos de la historia.

Jesús, que ahora se llama Francisco, sacó de puta a la Magda, y ahora viven en un chalet en Cuernavaca. Se mantiene de un fideicomiso, y tiene acciones en la televisora. Ya se dejó de mamadas revolucionarias, aunque de vez en cuando va al Chopo.

(Imágenes de la Campaña "Lo que no te mata te hace màs fuerte" de Blank Magazine, tomadas de aquí.)

Otra versión de la Expulsiòn del Templo aquì.