Aquí amanecí hoy. Tan vulgar y ordinario como cada uno de los 9131 (nueve mil ciento treinta y uno) días anteriores. Con el futuro acostado a un costado, a mi lado, azulado. A su lado, yo. Yo con esta juventud que se me acaba. Que me cava una tumba y que me tumba de bruces al suelo, y me pone cruces apuntando al cielo. Y empiezo a entender cosas. En piezas. Así llego. Ahí si llego. No puedo confirmarlo, y con firmarlo no gano nada, que de poco, hasta hoy, ha servido mi palabra. O mi firma o mi nombre de hombre, que me pone apelativos pero no me quita el hambre. Y el hambre se convierte en la heroína del cuento, que aunque cuentes con heroína para mitigarla, siempre hará falta el mendrugo de pan, el pedazo de pri, la ración de prd.
Y es entonces cuando la realidad me come, más hambrienta que yo mismo. Y me grita que ya no soy un niño, que ya no puedo ser hippie y que necesito, de una buena vez y para siempre, colgar los converse, comprarme una corbata y un sombrero, sacarle ya la vuelta a las cantinas y empezar a pensar en hacer trueque con la troca y ver si puedo adquirir una van familiar, y así los de mi familia, si pueden se van a beber daiquirís mientras yo me sobo el lomo, y me asomo al lobo por su boca, donde me encuentro ahora. Para que en los pocos días de vacaciones que llegue a tener me internacionalice, y pueda decir “We Go In The Van”, y en la casa, en el taller y en la oficina pueda presumir a los amigos “Oui, There Is A Van Gohg” cuando presuma mi colección de arte genuino y que ni uno de ellos puede aspirar a tener.
Cuando la realidad me dice que tengo que hacer un trabajo que no me gusta, para ganar dinero que no necesito, para comprar cosas que no me hacen falta para impresionar a gente que me cae mal; Cuando la realidad me dice que a los emos los odio, porque ¿para qué nos hacemos? esos entes vivos son la prueba viviente de que los mejores años se nos escurrieron entre los dedos. De que ya no puedo dejarme el fleco, y ser muy flaco. Que hace cinco, seis, siete años no me hubiera importado; que hace cinco, seis, siete años anduve de raver, y saqué mis primeras tachas y me metí también las primeras.
Que fui hippie, fui dark, fui skato, fui del Frente Juvenil Revolucionario, y adoré a Marcos, a Ernesto y a Fidel, y a Karl y a Federico. A los veinticinco, no veo la vida muy diferente de cómo la veía a los quince, (a pesar de ser algo tan distinto a lo que era en aquel entonces y a lo que para este entonces tenía mi quinceañero alter ego proyectado para sí mismo) así que según Mohamed Alí he desperdiciado diez años de mi vida, pero que razón pudo tener si se pasó la vida recibiendo golpes en la cabeza, literalmente, no a la usanza metafórica como los madrazos que yo recibo. Si bien, a estas horas y aquí es cierto que me asalta la traicionera y doblefilo idea de que, a estas horas y aquí, estaría mejor si me hubiera decantado en la elección vocacional por alguna opción académica menos demandante y longevizada. Pudiera ser, a estas horas y aquí, un técnico en inyección de plásticos (que no sé en qué consista la carrera, pero quedan vacantes en cada ciclo, y suena algo parecido a tornar turgentes las mamas de señoritas con excesiva planicie, o volver a la posición orgullosa y altanera de “pezón mirando al cielo” las de alguna señora, que por abundancia de mamas, más nunca por mamona, las tetas se le han vuelto compañeras de juego de las rodillas). ps decía que tal vez fuera, a estas horas y aquí, un vendedor de puerta en puerta de prácticos e higiénicos trastos de Tupperware, modernos y duraderos zapatos Andrea y corrientísima y naca perfumería Avon. Licenciado en Turismo, o quizás en futurismo. Las ciencias ocultas también me llamaban y ahora pudiera ser afamado tarotista o multimillonario astrólogo con servicio telefónico a domicilio, aunque en eso se me hubiera ido la sexualidad. Un curso de corte y confección, cultura de belleza o una plaza en el Instituto Nacional Indigenista. Vendedor de piñas o bolseador de Chuchitas, catador de vinos, diseñador de exteriores, ambientalista pero de esos que ambientan las fiestas, antropólogo o antropófago, croupier, somelier, host, chef, sheriff, chofer, sicario, reportero, maraquero, marinero, jinete, charro a sueldo, mercenario o asesino tradicional. Tal vez publicista, publirrelacionista o relacionista sexual, pero mi abundancia de carnes me impide dedicarme (de tiempo completo) al comercio del placer.
Además Casius Clei está muerto y yo sigo respirando. Vuelo como un escarabajo y pico como un pez espada. Lo mismo he llevado pantalones baggys que skinnys; he llevado el pelo envaselinado, rapado y esponjado, he comprado y he vendido, he perdido y he vuelto a perder demasiadas batallas; tantas que me encuentro ante la disyuntiva de renunciar a mi rol de luchador. “Simboliza el cambio que quieres ver en el mundo” le dijo, citando a Gandhi, Kate Walsh a Katherine Heigl. Pero, puta madre, suena tan simple y es tan complicado sobre todo cuando ves que el pinche mundo no se nota para nada interesado en tus propuestas (como egresadito pendejo de economía del iteso, la ibero u otras siglitas de esas que nos apantallan nomás de oírlas) de renovación, cambios y mejoras. Es más, está tan indiferente, que acabas por sentirte orate, y es que la gente no está acostumbrada a ver a alguien hablando sólo. Por eso es que debes dejar de preocuparte por lo que piense la gente, y nunca (blasfemo, criminal!) siquiera contemplar la posibilidad de abandonar los monólogos autodirigidos, y mejor aún, autodigeridos, no regurgitados comidos de la boca de algún otro.
Tengo mi vida cernida, mezclada y amasada. Agregué sal y pimienta al gusto y usé muchos otros condimentos. Llegó la hora de encender el horno y no me resigno a renunciar a ser el cocinero de mi vida cruda. Porque luego de eso, no me quedará más que esperar a ver como otros se la comen. Y todo eso se pierde entre la bruma de un pozo, en un brumoso ayer. Y todo eso se extingue. Exangüe. Contemplo, abyecto, como mi proyecto completo se pierde, arde, y me muerdo para no llorar. ¿Yo, orar? No, eso no va conmigo. Esas se dan una cuarta más abajo del ombligo. Hace tiempo que perdí la fe. No me fío de nada ni de nadie. Solo creo en mí, y últimamente me tengo mucha desconfianza. Porque parece que mi vida es una condenada concatenación de malas decisiones. De escisiones, de rupturas, de separaciones. De desencuentros. Deja encuentro mi camino. A estas alturas, era para que ya tuviera la mitad andado. Y me han dado plazo fijo para cumplir, para llegar a la meta, cuando la pura pinche verdad es que ni siquiera he escogido. Últimamente, ni siquiera he cogido, aunque he cojeado mucho. La salud. Otra bofetada con guante blanco de parte del veleidoso dedo del destino. Estos huesos yermos y blanquecinos, que si no fuera por ellos ya fuese su servidor un skater profesional, (también le hice a la patineta, al blink-blink y al bong-bong, y al ping pong y al cuzcuz, pero sobre todo al blah blah) que se empañan y se empeñan en no dejarme. Fíjense que se fijan, y ya no dejan que me mueva. My hips don´t lie. Ayer la cadera, que fácilmente se intercambia por partes protésicas, como las tetas de Pam Anderson o las de Sabrina Sabrok. Hoy, la columna, difícilmente reemplazable como Zabludovsky o Pavarotti o Jodorowsky. Mañana, el tórax. Y punto final. Cuando el tórax sea una sóla pieza carente de movimiento, como Pemex, el SNTE o el PRI, moriré asfixiado. Azul casi morado. Como pitufo, genio de Aladino o power ranger triceratops.
Pero no hablemos de la señora muerte, tan decente y tan cariñosa, hablemos de la perra, puta y jodida vida... que se ensaña, junto con su amigo el tiempo, haciendo estragos, más que los que dejan los tragos. Fincando fisuras en el rostro, que delatan las vividas aventuras. Dejando jirones maltrechos, nudos y pellejos, vómito y sangre. Rebanado por los años, miro los daños. Haciendo palidecer, de puritito miedo a los cabellos que se atreven a quedarse sobre la cabeza. Entorpeciendo el metabolismo, engañándolo. Por eso debiste dispararle a Cronos entre los ojos cuando estuvo en tu mesa tomando café. De la vida me encargo yo. Se cree que va a joderme la muy soberbia, y ni siquiera puede notar, en su infinita egolatría que me contagia, que yo me la estoy jodiendo desde que tengo uso de razón. Pendeja. Reclamos dirigidos a la propia sombra, por ser la única que parece dispuesta a escuchar. Clamor por un vaso de agua, para refrescar las grietas que se han trazado a lo largo de los labios carnosos. Exquisitos. El parto es doloroso. Sobre todo siendo consecuencia de embarazo no deseado, siendo consecuencia de la autocopulación, de la simiente derramada sobre sí mismo. El corazón parido, que desde el nacimiento viene ya en pedazos, unido sólo con endebles suturas, que lo mantienen en su lugar pero nunca aseguran la funcionalidad. Corazón abortado. No. Está vivo. La apuesta contra el diablo, sabía que la perdería. La sonrisa marcada. Pálpitos caóticos, bien erizos. Pero vida. Mejor hubiera hecho morirse antes de nacer, abortarse, coagularse, taponarse. Mostrar trazo plano. Asistolias. Desgarrado.
Pero no hablemos del corazón, o su paráfrasis ridícula, el amor, que a lo largo de veinticinco años ha venido robàndome la estelaridad de las festividades de mediados de febrero. El amor nos animaliza. Las pirañas aman en cuaresma. En cambio, el cerebro nos humaniza, pero no al inventar la internet o al llegar, supuestamente a la luna. Un mono es capaz de usar herramientas. Un mono es capaz de organizar un golpe de estado para derrocar al macho alfa. Un mono es capaz de asesinar a su hermano para defender a su changa. Eso es animalización. Hay que liberarse. Liberarse del instinto, de la condena changuesca de hacer lo que la puta naturaleza ha grabado con fuego en lo más profundo de los subconscientes. Pero hay que hacerlo todos. Empujando juntos pero pensando separados. Por eso me amo. Porque soy una bola de contradicciones, pero me cago la madre por pinche incongruente y poco preciso, muy confuso, bastante difuso. Yo tampoco esperaba esto, no lo necesitaba.
Pero sabemos que la felicidad nunca viene en combo, ni mucho menos en paquetes especiales promocionales del dos por uno. No hay bien que por mal no venga. Tendré que irme, pero confío en la doble circulación del anterior axioma. Espero que haya un bien debido al cual haya ocurrido la negra noche de mi mal, y que kármicamente equilibre las circunstancias. Así ha sido siempre. Me espera un futuro prometedor de pronóstico reservado.
Hoy cumplí veinticinco años, mi aniversario de plata. (Me compraré como regalo unos tenis de dicho color no obstante su mariconezco aspecto) Según Fuentes, me quedan cinco años para seguir creyendo en la revolución. A estas alturas, yo me siento como dijo Monsiváis de Gloria Trevi, un eterno adolescente. Veremos que me tienen deparado mi “futuro”, el “sistema” y una cada vez más repudiada “madurez”. No pasó nada extraordinario con el ¼ de siglo, pero se siente bien culero (sin afán de ofender a los más viejos ni asustar a los más jóvenes) estar a estas alturas y seguir siendo un lerdo palurdo párvulo pendejín. (y estar obstinado en nunca dejar de serlo) La tenebra y la zozobra invaden el ambiente, más cuando recibo mi aniversario (jajajajaja, acabo de darme cuenta que se me ha pasado el efecto perturbador de... emh... esteee... mi jarabe para la tos) de cara a retos insospechados que vienen a alterar completamente mis esquemas. ¿Ya qué?
Pero, a pesar de esto, y sòlo por esto...
Feliz Cumpleaños a Mí...
ACTUALIZACIÓN:
Mañana me voy por tiempo indefinido de mi ciudá... La congoja me invade y me lleno de melancolía. Soy sociópata y asceta por naturaleza. A ver que chingados pasa con mi inestable emocionalidad cuando tenga que cambiar:
Esto:
Por Esto:
(No mamen... ni cuando se compare el "Negrita de mis pesares, ojos de papel volando..." con el "yo no soy marinero")
Esto:
Por Est0:
(puta madre... me impresionan mil veces más los machetes en las verijas que las veladoras en la cabeza)
Esto:
Por Esto:
(Pues no, no me gusta el fútbol, pero tampoco me gustan las boybands y no por eso soy idiota y dejo de reconocer que "N'Sync" es mejor que "Uff")
Al menos descansaré de esto...
Y chance y me encuentre con estas...
Espero resolver pronto los problemas de conectividad y accesibilidad; haré todo lo posible por que una vez instalado en mi nueva casa (no, no puedo llamarle hogar), restaurado de las madrizas de la guardia ABC, de las sesiones de estudio, del curso de inducción y de los estragos de la adaptación al puto calor, pueda regresar a seguir publicando pendejadas en éste, su blog de confianza...