martes, enero 16

Los de a medias

No, Martínez. No creo que tengas ni puta idea de lo que te digo. Tú piensas que para mí todo ha sido muy fácil. Que no tengo que hacer más que pedir algo para tenerlo entre mis manos. Estás hasta la madre de pendejo Martínez. Ahorita me dices que ya no soy el mismo. Pues chingado tú, fíjate... Que a los veinticinco eres el mismo que a los quince. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Yo pensé que íbamos a ser amigos para siempre, pero ya ni siquiera me acuerdo de tu nombre (Si me acuerdo, pero aceptarlo significaría recordarme a mí mismo). Tienes razón, la gente cambia con el tiempo. Yo no cambié. Me cambiaron. ¿Sabes porqué? Porque no puedes estar arriba y seguir mezclándote con gente como tú, Martínez. Ya no me gusta la cerveza. Ora tomo puro güisqui, o tequila, o coñác. (aunque la garganta me arda, y tenga que disimular los gestos). ¿Crees que es fácil, Martínez? Tú, que estabas hasta abajo, bien chingado... Que los ojitos te brillaban cuando te invitaba a comer a mi casa, porque aunque fuera ese día ibas a tragar bien... ¿Que otro camino te quedaba, cabrón? ¿Hundirte más? Era imposible. Si ya estabas hasta el fondo. Sólo que te murieras estarías pior. No te quedaba más que subir, y la gente esperaba seguir viéndote como un gusano arrastrándote, y el dia que te levantaste te aplaudió. Y sólo caminabas, Martínez. Yo en cambio, que nací a medias... Tenía los dos caminos. Había parriba y pabajo. Pa mantenerse a medias está cabrón, Martínez. Porque un día tienes quien te esté deteniendo, y luego de repente te sueltan, y si no aprendes a volar, te partes toda tu madre. Las viejas no te pelan, Martínez. Tu traías a todas locas, a las de abajo porque eras el que las iba a sacar de pobres, (pobres pendejas, nomás te las cogiste y las dejaste abriendo el hocico) y a las de arriba eras el que les ibas a enseñar el mundo, el que las iba a sacar de su jaula de oro (el dinero fue lo que les sacaste, y agusto que te paseaban)... Y a mi Martínez... ¿A mi qué?... Las jodidas me veían como el mamón engreído, como el pedante indeseable que se vanagloriaba de sus pocos pesos, y las pipiris nais me veían poca cosa, como el rico guanabí, el que representaba una amenaza para sus fortunas... (y yo hice de la arrogancia mi estandarte, y a unas las desprecie por idiotas mediocres, y a otras por huecas ensoberbecidas). En la escuela, Martínez... Siempre fuí mejor estudiante que tú, pero a tí te aplaudieron tus ochos, porque a pesar de tu desnutrición, de los gusanos que alimentabas en tu panza, a pesar de tu estupidez preconcebida, siempre hubo esa compasión y ese falso orgullo de haber superado las adversidades. Y yo, Martínez... ¿Y yo? A mí me recriminaban mis nueves... Eran poca cosa, si tenía todo para tener el 10... ¿Porqué zanganeaba al grado de dejarme caer hasta la comodidad del 9?... Chinga tu madre, Martínez. Te has pasado la vida opacándome con tus excrescencias de pobretón... Eres una mierda bonita, yo soy una joya horrenda. No me vengas con mamadas y sentimentalismos, Martínez. No me culpes de haber decidido salir de a medias, y no para hundirme, porque eso ya no me basta. Ahora voy soy de los de arriba, mis dedos alcanzan a rozar los callos de los poderosos, acabo de descubrir que soy un rico venido a menos, Martínez, no soy un mediocre clasemediero, no tengo por que tolerar tus pendejadas. En mi sangre hay nobleza, hay realeza, hay majestuosidad. Cosas que aunque tengas todo el pinche dinero del mundo nunca vas a conocer. Y si para recuperar mi lugar tengo que pisarte la cabeza, lo voy a hacer. Quise bajarme Martínez, ¿te acuerdas que anduve contigo en eso de los mítines?, ¿Te acuerdas que llevaba a esa bola de piojosos y mariguanos subidos en mi coche?, ¿Y que hicieron, Martínez? Renegaban por que me invitabas, decían que yo no podía entender su lucha... ¿Cual lucha?, si esa bola de pendejos se juntaban nomás a espulgarse los piojos y a ponerse como cerdos ebrios y drogados, porque ellos eran diferentes. ¿Diferentes a que, Martínez? ¿A mí? Yo sí soy diferente, la vez que nos agarraron afuera de La Primavera, si mi tío no nos hace el paro estuvieran todavía pudriéndose en la cárcel, pero los pendejos me echaron en cara "mis influencias"... A la verga, Martínez. Ya no más. Ahora sí voy a usar mis influencias, y si no quieres que te atropelle, no te me atravieses. Te conozco. ¿Se te olvidó ya la vez que mi apá te pago dos meses en Oceánica porque ya eras una piltrafa humana, tirada en las calles?. No me vengas con moralismos. Alguna vez fui a comer a tu casa, y tragué incómodo. No por las cucarachas que se amontonaban bajo los platos, si no por pensar que lo que yo me estaba comiendo, era la comida de tus hermanos. Déjame disfrutar mi fortuna decadente, déjame ser el prepotente que dices que soy. A mi no me importa. Vete a disfrutar las mieles de tu éxito mediano, a comer en tu casa del Infonavit y a ver tu Telecable. A mí déjame aquí, en mi mansionsita como le llamas. A disfrutar de mi fracaso estrepitoso. A tí te fue bien, y a mí de la chingada... Y aún así, Martínez... Aún así, soy mejor que tú...





(Las ideas contenidas en éste Post no reflejan necesariamente el punto de vista del BlogHost)

2 comentarios:

Janita dijo...

ach ... martinez ... hasta apellido de pinche gente fea tiene jojo ...

... perdon ... olvide que yo me apellido da ramirez ... jojo ...


*el comentario expresado por la autora no es precisamente la opinion absoluta de esta ... es su pinche ego que en estas fechas anda muy desatado ...

Janita dijo...

... hey ... ya postea algo pues ...